Érase una vez un varón, cuya vida estaba muy desordenada, por lo cual acudió a mi persona, en busca de ayuda espiritual. Han pasado ya unos treinta años o más. Este varón comenzó a alinear su vida; en primer lugar, entregó su vida a Cristo y lo demás cayó en su sitio.
Eventualmente conoció a una joven, aquí mismo en casa, se enamoraron y unieron sus vidas para siempre. Ellos procrearon dos hijos, saludables, fuertes y muy especiales. Los esposos laboraron por mucho tiempo con nosotros, y sus hijos estudiaron también en nuestro Colegio, se constituyeron en personas confiables en la casa, hasta que un día, ellos decidieron cambiar de país, de ambiente y de todo.
Al principio fue muy fuerte el peso de su ausencia, parecía casi imposible aceptar que ya no estaban. La comunicación era frecuente, el tono de su voz denotaba soledad y melancolía.
En cierta ocasión, él llegó a vernos a una ciudad donde estuvimos de paso. Él voló por dos horas para estar con nosotros ocho horas. El amor se mantenía, el encuentro fue muy emotivo, y pude ver como este varón tomó fuerzas para seguir. Sin embargo, las cosas no se han desarrollado como ellos pensaron un día. Quizás la frustración tocó a sus puertas, el sentido de fracaso, o qué se yo.
Los días siguen pasando como si todo fuera en vano, parecería que su situación se hubiera estancado, pero sobre todas las cosas, da la impresión de que su corazón se hubiera endurecido. ¿Acaso tiene Dios la culpa de nuestras decisiones?
Muchas veces nuestras emociones nos juegan mal, estamos tan felices por realizar un proyecto o cumplir un anhelo, que hasta llegamos a creer que es Dios hablándonos del asunto. Todo parece estar bajo control, pero al llegar al momento de la realidad, daría la impresión de que Dios nos hubiera dado la espalda. Es que cuando las emociones y los sentimientos se involucran, es más difícil escuchar la voz de Dios y la dirección del Espíritu Santo.
¡Qué difícil es para nosotros despojarnos de lo sentimental, para estar en condición de escuchar al Espíritu Santo! Esto es para cada área de nuestra vida. Funciona en lo profesional, matrimonial, empresarial y todo lo demás. Sometamos las emociones y abramos nuestro espíritu para escuchar con claridad la voz sutil de nuestro Padre Dios.
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