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La vida es como una ruleta que gira y gira

Los días se escurren entre los dedos como agua del manantial, sin alcanzar a detenerlos. Un día llama al siguiente y pareciera que se atropellaran uno tras otro, desesperados por llegar al final.


Me detengo para hacer el recuento de lo sembrado y sin embargo no concuerda con la cosecha. Si la semilla era buena, ¿será que el terreno no estaba preparado adecuadamente? Espero en vano el fruto de la siembra, me fortalezco en paciencia y languidezco en la espera, pero resuena una voz en el interior que dice: Todo es hermoso en su tiempo. Cada semilla germinará en su momento.


Me pregunto, ¿por qué hay ciudades y gente clavada en el corazón? Lugares donde uno quiere ir una y otra vez, invertir, enseñar, preparar, entregar. Sin embargo, la respuesta no es la esperada. Unos se fueron, otros se diluyeron, otros tropezaron, y otros disminuyeron y casi desaparecieron. Pero en los aires quedó la esencia y en la tierra las pisadas de los pies hermosos de los que anuncian las buenas nuevas. Tengo la esperanza de que resuene por los aires el eco de la voz que proclama la verdad de Su Palabra.


¡Cuánto esfuerzo! ¡Cuánta ilusión! ¡Cuánta fe! ¡Cuánta esperanza! Pero los días han transcurrido en el calendario, como las aves que surcaron los cielos y dejaron una estela al volar. Miro hacia adelante y no tengo tantos años para seguir sembrando, pero si tengo la esperanza de que alguien regará la semilla, mientras el Dios de los cielos le dará el crecimiento, para que quizás venga otro a cosechar.


¿Acaso importa a quién el Padre mande a recoger la cosecha? ¿No es todo Suyo y todo le pertenece, sin medida? ¿Será que también yo cosecharé lo que otro sembró en tiempos pasados? Es que la vida es como una ruleta que gira y gira; un día te tocará poner, mientras otro día te tocará tomar. No es más el que siembra, tampoco es más el que cosecha. Todos tenemos una parte en el inmenso panorama del Dios Eterno. Somos instrumentos para que Él cumpla Su propósito, aunque no lo podamos comprender a cabalidad.


No nos cansemos entonces de sembrar, mientras haya tierra ávida de recibir semillas de vida, verdad y revelación. Hagámoslo sin esperar el retorno. Quizás mis nietos disfrutarán la cosecha.

"¿Acaso importa a quién el Padre mande a recoger la cosecha? ¿No es todo Suyo y todo le pertenece, sin medida?"

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