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Segundas Oportunidades

Cada persona que camina por esta tierra, tiene su propia historia. Algunos la dan a conocer, pero otros las guardan celosamente en el corazón, le ponen candado y esconden la llave. No siempre es fácil leer en el rostro de los seres humanos, el dolor que esconden o los conflictos que cargan por dentro. A veces es más fácil leer detrás de los gestos, la alegría y el contentamiento, que la frustración y la infelicidad. Bien dice el refrán: “Caras vemos, pero corazones no conocemos”.


Vino recientemente a mi oficina, un hombre al que conozco hace casi treinta años. Realmente conocí muy bien a sus padres y a sus hermanos, ya que él era el más escurridizo, el que anduvo de lejitos y no había respondido al llamado del Señor. Hoy día, sus dos hermanos menores son ministros de Dios, en diferentes localidades. Él vino porque ha experimentado que ya tocó fondo y que a su manera no ha podido obtener una vida satisfactoria que le provea felicidad y la satisfacción del triunfo y la prosperidad integral.


Cuando él vino, consideró conveniente contarme toda su historia desde el día en que se casó, y toda la humillación que recibió durante muchos años, hasta que, durante la Pandemia, se dieron cuenta que no podían estar juntos por muchas horas, y terminaron separándose. Las circunstancias en ese tiempo fueron muy complejas para aquellos matrimonios que ya no tenían nada en común, o que solamente mantenían las apariencias.


Es triste enterarnos de que existen personas que han tenido que pasar muchos años para darse cuenta que Dios los ha estado llamando siempre, y que ellos han hecho caso omiso. La llamada de atención al final puede ser demasiado fuerte, pero lo más importante es que, aunque estén destruidos, quebrados, divorciados, frustrados y demás, mientras hay vida, hay esperanza; y si las personas se arrepienten y anhelan de corazón responderle al Señor, todavía pueden ser restaurados y restituidos, aunque hayan perdido tiempo, dinero y esfuerzo.


Nuestro Dios siempre está dispuesto a ofrecer segundas oportunidades. Cuando comenzamos de nuevo, empezamos con el todo de Dios. Si lo tenemos a Él, lo tenemos todo. El arrepentimiento por el pasado, nos abre una oportunidad para comenzar a vivir en Cristo la prosperidad integral y la plenitud de la vida eterna. No nos lamentemos más por el ayer y alcemos nuestros ojos a lo por venir, pues, aunque tengamos que pagar consecuencias, con nuestro Dios todo es diferente.

"No nos lamentemos más por el ayer y alcemos nuestros ojos a lo por venir."

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