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Foto del escritorDra. Emma de Sosa

Secuelas de la Pandemia

Previo a la Pandemia, siempre usábamos una misma aerolínea para nuestros viajes misioneros, tratando de ser fieles y así obtener beneficios con ellos. Cuando cerraron los aeropuertos y las aerolíneas dejaron de realizar vuelos, debido a la invasión por el Covid, esta aerolínea que ya se encontraba en aprietos económicos, cayó en mayor crisis. Se vieron obligados a cancelar algunas rutas, para concentrarse en otras.


Recientemente se abrieron de nuevo algunas de las rutas y reiniciaron los vuelos que solíamos usar. Reservamos y compramos boletos para una misión a México, pero para nuestra sorpresa, un día, sin previo aviso ni comunicárselo a la agencia de viajes, nos cancelaron uno de los vuelos de ida y otro de los de retorno y simplemente nos reubicaron donde mejor les convenía, sin tomar en cuenta nuestros compromisos. Después de intentar resolverlo con ellos, nos vimos obligados a pedir reembolso y comprar todo de nuevo en otra aerolínea.


Unos cinco días después, una amiga de mi hija, quien viajaba con sus dos hijitos, hacia Los Ángeles, se vio afectada porque esta misma aerolínea le canceló los vuelos y los reubicaron de manera inconveniente.


Y dos días después, una buena amiga mía, que había venido de Costa Rica para resolver unos trámites, debía volver desde San Pedro Sula, de manera que me pidió si podía quedarse en nuestra casa, cercana al aeropuerto, para que a la mañana siguiente la trasladáramos para abordar su vuelo. Por la noche del día anterior a su viaje, me llamó para hacerme saber que, accidentalmente, su hijo descubrió que su vuelo había sido cancelado, igualmente la habían reubicado en otro, que la haría llegar a su casa, a la media noche. Todos estos tres incidentes ocurrieron con la misma aerolínea, en un lapso de dos semanas.

Definitivamente para una empresa que está tratando de sobrevivir, es un mal recomienzo. Entendemos que deban tomar ciertas medidas de racionamientos y demás, pero no es correcta la forma en que lo hacen, sin considerar al cliente en lo más mínimo. Cuando uno les llama, responden en otro país donde no tienen ni idea de las ciudades o distancias; pero, sobre todo, la manera de responder es ineficiente. Hay una contestadora automática, la cual, al transferir al cliente con el departamento indicado, lo deja esperando a uno, por lo menos hora y media, y créanme que no exagero.


Estoy muy decepcionada con su servicio, y aunque yo quisiera seguir siendo fiel a ellos, porque es mi naturaleza, el precio a pagar es muy alto. Sólo espero que alguno de sus ejecutivos pueda darse cuenta del error tan craso que están cometiendo, sobre todo porque el cliente es primero, y deberían tratar de resolver sus necesidades de la mejor manera posible, si quieren preservarlos. ¡Qué lástima que me obliguen a ser infiel!


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