En estos días tuve una agradable y sorpresiva visita, en horas de la tarde, en mi casa. Dos mujeres especiales, que decidieron traerme pan salido del horno, en sus diferentes variedades. ¡Que deliciosa sorpresa!
Mientras una de ellas degustaba una deliciosa taza de café hondureño, preparada por mi esposo, la otra nos contaba algo que recién le había ocurrido. No puedo quedarme yo sola con toda la emoción de lo que escuché, así es que se los compartiré aquí.
Esta mujer especial, a quien llamaremos Lila, vio la necesidad de regalarle una Biblia a alguien que no tenía una, por lo que se dirigieron a una librería de la ciudad, para comprarla. Mientras esperaban, se tomaron el tiempo para ver otros artículos, entre ellos, una Biblia de estudio con cubierta muy fina. Lila se dirigió a una clienta que deseaba adquirir material para edificarse espiritualmente, y poniendo su mano sobre la Biblia de estudio, le dijo, esta es una herramienta muy útil y apreciada.
Cuando Lila iba a pagar la Biblia sencilla que ella estaba comprando para regalarle a quien la necesitaba, la señorita de la caja le entregó una de las Biblias de estudio con cubierta fina, diciéndole: Este es un obsequio especial para usted, de parte del dueño de la Librería, ah y esta otra es para su esposo, también un obsequio de parte de la casa.
Definitivamente, no podemos ignorar que todo lo que el hombre siembra, eso también cosechará. Muchas veces no tenemos que esperar ni siquiera una hora, para recibir la recompensa del cielo. No lo hacemos para recibir algo a cambio, pero es una ley espiritual o un principio que nunca falla. Cada vez que acudimos para subsanar la necesidad de alguien, Dios nos sorprende con cosas que admiramos, que a veces ni nos atrevemos a desear, pero nuestro Dios conoce los anhelos más profundos del corazón, aun los que no hemos podido expresar.
Tenemos un Dios y Padre que tiene cuidado de nosotros, aún en lo más íntimo y secreto. Prueba de ello es que la otra mujer especial, a la cual llamaremos Karina, la que saboreaba el café, en el camino, le había dicho a Lila, cuánto deseaba una taza de buen café.
No cabe duda que tanto Lila como Karina, son amadas y consentidas del Padre.
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