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El Cuerpo de Cristo

Hace unos días, recordábamos con uno de mis hijos, la manera cómo yo le había enseñado a nadar. Ustedes seguramente se atacarán de risa al conocer el método usado. Para entonces, mi hijo tendría como unos cinco años aproximadamente.


Para ese tiempo, por seguridad, le habíamos comprado un pequeño flotador de corcho o Styrofoam, el cual tenía un cinturón. Se le ataba la fajita al pecho, quedando en su espalda el artefacto de corcho en forma de cápsula. Con eso, el niño se sentía muy seguro y nadaba muy bien, sin hundirse.


Se me ocurrió la idea de ir recortándole un pedacito de corcho cada semana, aunque el niño nadaba con él, cada día. Al pasar de los días, llegó un momento en que el niño estaba ya nadando sólo con el cinturón, sin haberse percatado de sus avances cada día y cada semana. El secreto era solamente ir quitándole sus apoyos externos cada vez, hasta reducirlos a nada.


Meditaba en que ese es el mismo principio que se usa para liberar a los adictos a una droga, se les va retirando poco a poco, hasta que ya no lo necesiten más.


Pero también esto aplica a aquellas personas que por alguna razón dejan de asistir a su congregación, lo cual es muy popular hoy día. So pretexto de conectarse a la transmisión por internet, de la reunión de su Iglesia, comienzan faltando de vez en cuando, lo cual se va volviendo más frecuente, hasta llegar al punto en que ya a la persona no le hace falta su lugar de reunión, ni su familia espiritual, llegando al punto de caminar en independencia del cuerpo de Cristo.


Para el niño que aprendió a nadar, es una gran alegría llegar al punto de no necesitar ya el flotador. Para el adicto que requería de altas dosis de droga para sentirse “arriba”, es una gran victoria, llegar al punto de no necesitar de ella. Pero para el hijo de Dios que poco a poco va perdiendo el sentido de pertenencia y la necesidad de los integrantes del cuerpo, debería de ser lamentable y ser causa de tristeza, darse cuenta que ya no los necesita más.


Debemos saber y entender que somos seres interdependientes, unos de otros. Que tenemos mucho para dar, pero también, mucho para recibir. Que dejar de necesitar el calor de los hermanos del cuerpo, es una señal de alerta y debería inquietarnos. Espero que tú que lees este artículo no seas uno de ellos, y si acaso lo fueras, medita en ello, estás a tiempo de recapacitar.

"Debemos saber y entender que somos seres interdependientes, unos de otros. Que tenemos mucho para dar, pero también, mucho para recibir. Que dejar de necesitar el calor de los hermanos del cuerpo, es una señal de alerta y debería inquietarnos."

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