Algunas personas en este mundo, por la gracia del Señor han conocido ciertas facetas del cuidado del ser humano para vivir una vida saludable y próspera. Estas personas podrían llegar a sentirse orgullosas de su decisión de alimentarse sanamente y cuidar lo que beben. También algunas de estas personas, por otro lado, sienten la responsabilidad de velar por la salud de otros o de todos, o bien, de querer formarle a los demás, hábitos alimenticios que no han adquirido en su hogar.
En una ocasión, teníamos unos cien participantes en el Congreso Internacional que realizamos cada año, la mayoría de ellos pastores o líderes cristianos. Una de las primeras cosas que yo les mencionaba era que allí les ofreceríamos comida saludable, libre de grasa, que solamente les serviríamos refrescos o jugos naturales, que no habría gaseosas disponibles, porque parte de la capacitación consistía en que aprendieran a ingerir lo conveniente para ellos.
Una noche, al terminar la celebración, mi esposo andaba rondando para vigilar que todo estuviera en orden y ver si alguien necesitaba algo. Entró a una de las casas misioneras y se encontró a tres o cuatro pastores comiendo chuleta de cerdo frita acompañado de una Coca Cola de dos litros. Al ver ellos a mi esposo, corrieron a tratar de ocultar la comida y la bebida. Una de las pastoras locales que estaba allí hospedada, se había ofrecido a ir en su carro a comprarles lo que ellos realmente deseaban comer y beber.
Me quedé meditando en lo ocurrido, y me di cuenta que no podemos imponerle a nadie lo que nosotros creemos que es bueno o mejor. Cada quien debe ser libre para tomar su propia decisión acerca de lo que va a comer o a beber. Aun la Biblia nos dice que nadie nos juzgue por comida o bebida.
Pasaron unos cuantos meses, quizás un año, y al viajar a la ciudad y país de este pastor, nos encontramos con que él había decidido que debía cambiar sus hábitos alimenticios. Se había sentido mal de salud a causa del sobrepeso y ya había comenzado un régimen de alimentación diferente, acompañado de ejercicio físico.
Qué bueno es cuando alguien toma voluntariamente las decisiones por lo que le conviene y no por lo que le gusta. Pero para que esto ocurra, es necesario que cada uno tenga acceso a ambas cosas y que, por su propio bien, decida lo mejor.
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