Cada vez que tenemos que ir a la ciudad de San Pedro Sula, tratamos mi esposo y yo, de ir a tomar un café, él, y yo un té. Es increíble cuantos sitios de café muy deliciosos y atractivos, han sido abiertos en la ciudad. A pesar de que hemos visitado muchos países del mundo, creo que en ninguno hay tantos lugares como en San Pedro Sula. La mayoría siempre están llenos, en la hora en que los frecuentamos.
Pero precisamente hoy recordaba, que cuando mi esposo y yo éramos novios, hace cuarenta años (¡qué increíble!), solíamos hacer lo mismo, solamente que, en ese tiempo, había un solo lugar en el centro de la ciudad, era Las Delicias, el cual aún existe, más que todo como repostería. Los pasteles de allí son recomendables, aunque han pasado muchos años, mantienen su calidad y receta familiar.
En ese tiempo, nos atendía una señora muy amena y atenta, su apellido era Caraccioli. Como no existían los teléfonos celulares, quedábamos mi novio Rigo y yo, de encontrarnos a una hora determinada, ya que su oficina de trabajo estaba cerca, para ir caminando; y yo llegaba de La Lima en el carro. Muchas veces él tenía que esperarme, y otras veces yo lo esperaba.
Eran tiempos muy especiales, ya que, por falta de medios de comunicación celular, nos veíamos en la necesidad de escuchar al Espíritu Santo para saber si el otro se iba a tardar, o si había tenido algún atraso o situación particular.
En esos años, no existían aquí en Honduras, los cafés preparados o cafés Gourmet, sencillamente era una taza de café o café con leche, no más opciones; pero nos sabían a gloria. Casi siempre lo acompañábamos de un pedazo de rica torta del lugar. No había mucho donde escoger.
Esos momentos compartidos, fortalecen la relación, es hacer un alto en el camino y en la carrera de las ocupaciones, para darnos tiempo para nosotros, obviamente es tiempo para conversar, no para revisar mensajes del celular.
Yo espero sinceramente, que, al pasar de los años, esta buena costumbre no se pierda, estoy segura que nosotros no la perderemos, pero espero que nuestros descendientes sigan la trayectoria, y que cuando ya nosotros no podamos manejar hasta la ciudad, ya sea que surjan muchos cafés deliciosos en nuestra ciudad La Lima, o que los hijos o nietos nos lleven a San Pedro Sula.
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