Hace muchos años, tuve la visión de parte de Dios de establecer una Escuela para niños y jóvenes, con el objetivo de formarlos integralmente para que pudieran aspirar a mejores oportunidades de preparación espiritual, intelectual y emocional. El deseo siempre ha sido que ellos puedan desarrollar su capacidad para tomar decisiones correctas en la vida, que los lleven a cumplir el destino para el cual nacieron. Que además puedan contribuir al desarrollo de su ciudad, su país y el ambiente que les rodea.
He visto desfilar muchas promociones de estos jóvenes, quienes al graduarse de Bachilleres en Ciencias y Letras, han proseguido a sus estudios universitarios, descollando en su ambiente y aprobando aún los exámenes de admisión más complicados. Por supuesto me hace sentir bendecida y agradada.
En el último tiempo, debido a la creciente necesidad financiera en nuestro medio, he visto desfilar a estos muchachos triunfadores, hacia los diferentes “Call Centers”, donde reciben un jugoso salario, bonos, y demás. Este tipo de plataformas, ha venido a desviar la mirada de estos jóvenes bilingües exitosos, hacia el dinero o beneficios económicos, dejando a un lado, sus genuinas aspiraciones de superación y formación, o aun de posibles emprendimientos. Todo se muestra como más fácil, pero lo que ellos no toman en cuenta, son los horarios y el trabajo rutinario. Posiblemente muchos de ellos, después de haber probado ese ambiente, han decidido renunciar al dinero para ir en pos de objetivos más permanentes y valiosos.
Hay un dicho popular que reza: “Dime cuánto tienes (o cuánto ganas), y te diré cuánto vales”. Eso impera en las sociedades capitalistas, pero sobre todo en América, donde la mayoría de las cosas son desechables, y donde existe la necesidad de reemplazar ropa, zapatos y carro, en cada cambio de estación. Sobre todo, aquellos muchachos que pasaron por necesidad en su niñez y juventud, ven en estos “Call Centers”, la oportunidad de revertir o cambiar su condición, para poder ahora adquirir todo lo que desean.
Por supuesto, no creo que sea malo tener aspiraciones económicas, pero estoy convencida que hay otras más profundas, que debemos suplir primero. En todo ser humano existe el deseo de sentirse realizado al ver sus dones y talentos operando, para producir cambios y traer respuestas.
Un día yo laboraba para una Empresa donde ganaba muy bien, me daban bonos, carro, combustible, casa, consumo de energía y teléfono, seguro médico y chequeos bianuales en un hospital del extranjero. Sin embargo, yo no estaba satisfecha, ni realizada. Algo muy profundo faltaba en mi vida. Entonces me encontré con Jesús, Quien me mostró mi destino, mi diseño, mi propósito, es así que me encontré a mí misma, y descubrí la plenitud. Al buscar Su Reino, todo ha sido añadido.
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