Es difícil de creer o de comprender cómo los días y los meses y los años, han transcurrido tan rápido. El 28 de septiembre del 2021, mi madre cumplió noventa años, y dos días después, el 30 de septiembre, yo cumplí setenta.
No cabe duda que mi llegada al mundo, fue el regalo de cumpleaños de mi madre. Para mí, hoy día, el tenerla con vida, es mi regalo de cumpleaños. No todos tienen la bendición de tener una madre fuerte, lúcida, pero sobre todo, con la sabiduría que dan los noventa años.
De ella aprendí muchas cosas en la vida, pero sobre todo, a no dejarme vencer por la adversidad, ella es de las que sortean todo tipo de obstáculos hasta alcanzar la victoria. De ella aprendí a buscar la excelencia y a no conformarnos con la mediocridad, pero más aún, aprendí a ser creativa y a reutilizar los recursos a nuestro alcance.
Admiro en ella que a esta edad, sigue aprendiendo el significado de nuevas palabras y se esmera por conocer algo nuevo cada día. Ella sufre porque ha perdido el sentido de la vista y ya no puede admirar su hermoso jardín, ni las fotos de sus hermosos nietos y bisnietos, pero trata de escuchar cuanto puede.
En estos días mi hermano me decía, cuánto me parezco yo a ella, le dije que para mí es una gran bendición pensar que llegaré a esa edad, con la belleza natural de mi madre. De ella aprendí la sencillez también. No usa ropa ostentosa ni maquillaje o peinados refinados.
Sin embargo, me sorprendió que ella me dijo acerca de algo que aprendió de mí, nunca lo hubiera pensado. Dice que en una ocasión ella vio como un hombre ebrio me pidió dinero y yo se lo di. Ella me preguntó por qué lo hacía, a lo que le respondí: Mi responsabilidad es darle, él tendrá que darle cuentas a Dios. Dice mi madre que días después, un hombre ebrio le pidió dinero para su hijo que no tenía qué comer. Mi mamá quería darle dinero, pero no tenía en ese momento, por lo que se dirigió a una pequeña bodeguita interior del local, donde el Señor milagrosamente le hizo aparecer un billete de a cien lempiras, el cual ella le entregó al hombre que le pedía.
Cuán feliz me siento al saber que aunque yo he aprendido muchísimas cosas de mi madre en esta vida, ella aprendió por lo menos una de mí y que no se sintió mal de reconocerlo.
Querido lector, aprecia y aprovecha a tus padres, si aún los tienes con vida.
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