Era lunes 26 de octubre de 1998. Mi esposo y yo teníamos todo listo para viajar a ciudad Guatemala, para asistir a un Congreso muy importante que se llevaría a cabo en Tikal Futura. Los vuelos estaban en alerta, debido a los fuertes vientos ocasionados por la tormenta tropical, que ese día se convirtiría en Huracán Mitch, ingresando por el nordeste del país. Logramos abordar nuestro avión, siendo este el último en salir del aeropuerto de La Meza en San Pedro Sula, Honduras.
Al día siguiente, nuestra ciudad, donde habían quedado nuestras dos hijas menores, fue evacuada. Tuvimos que tomar la decisión de volver cuanto antes, pero no permitían a los aviones volar en esa ruta, por lo que volamos hacia la capital, Tegucigalpa, teniendo una experiencia de vuelo muy fea, debido al huracán manifestándose ya en todo el país.
Nuestra ciudad quedó muy afectada y llena de limo por todos lados, debido a que La Lima es bañada por dos ríos, el Ulúa y el Chamelecón, los cuales se desbordaron con fuerza, afectando todo lo que encontraban a su paso. Las propiedades perdieron valor, muchos emigraron y nadie quería vivir ya en La Lima. En 1999 construimos la casa donde hoy vivimos, asegurándonos de edificarla a un metro del nivel de tierra, previendo cualquier eventualidad futura.
Era 01 de noviembre del 2020, habían pasado 22 años de aquel evento que tantos malos recuerdos dejó, cuando anunciaron la llegada de ETA, una tormenta tropical que tres días después se convirtió en huracán categoría 4, considerándose emergencia nacional. Decidimos no salir de casa, sino quedarnos allí. Nos acompañó una de nuestras hijas con su esposo y dos niños pequeños. Total, estábamos a una altura fuera de riesgo, según nosotros.
El agua comenzó a llegar a nuestra casa como una corriente furiosa, imposible de detener. Mientras se acercaba la noche, veíamos como esta subía por las gradas internas, porque hacía ratos ya, había sobrepasado el metro de previsión. Como a las 10 p.m. finalmente, al alcanzar los dos metros de altura, el nivel del agua dejó de subir. Entonces pude respirar más tranquila.
De nuevo nos encontramos con una Lima llena de limo, con devaluación de propiedades y personas emigrando, mientras otras no desean invertir en ella. Sin embargo, somos muchos los que entendemos que estamos asignados a esta ciudad y nos esforzaremos por verla restaurada y renovada. Nuestra oración es que los encargados de construir las protecciones necesarias, lo hagan como debe ser y en el tiempo correcto, por amor al pueblo y por temor a Dios.
Dios ha sido bueno y seguira siendo bueno porque El se especializa en hacer grandes maravillas. Me gozo de saber que tenemos un Padre amoroso