No todas las personas han tenido que pasar la terrible sensación de haber sido encañonados en la cabeza o en el abdomen, por un loco con un revólver en la mano, que te grita que le entregues el celular, o la cartera, o las llaves del carro.
Gracias a Dios, porque muchos no lo soportarían. Hace unos días, eso le ocurrió a uno de nuestros colaboradores, le apuntaron a su sien y le pidieron su teléfono. Un poco extraño que no le pidieran la billetera, ni el dinero. Cuando él compartía lo horrible que se siente el frío del cañón del revolver tocando la piel, no pude evitar recordar un incidente que tuve hace varios años en la ciudad de El Progreso.
Yo había ido con una hija adoptiva, su esposo y su hijito, a visitar a quien fuera mi suegra (QDDG). Al estacionarnos frente a su casa, mi hija bajó, desde mi lado derecho, allí la esperaba un hombre que la encañonó en la cabeza. De inmediato, traté de bajar del carro, desde el asiento del conductor, pero otro hombre me impedía abrir la puerta, metió su mano con otro revólver plateado brillante, con el cual apuntaba hacia mi abdomen, mientras me insultaba y me pedía que me pasara al asiento de atrás para que me fuera con él en el carro. Se me venían ideas como que “era sólo un revólver de juguete y que no estaba cargado”.
Yo siempre había aconsejada que, ante esas situaciones, uno debía ceder. Sin embargo, cuando la adrenalina se despliega en el torrente sanguíneo, cualquier cosa puede ocurrir. Comencé a forcejar con aquel hombre, yo le decía que se fuera en el “Nombre de Jesús”, porque yo no iría con él a ningún lugar. No sé ni cómo, logré empujar la puerta del carro, sacar mi cartera, bajarme del carro, dejarle tiradas las llaves del mismo y salir corriendo. Hasta que estaba a unos metros de distancia, tuve valor de voltear mi cabeza hacia atrás, para darme cuenta que se habían llevado en el carro, a mi hija, su esposo y su niño.
Lo único que pude hacer mientras temblaba como una hoja, de la cabeza a los pies, fue orar y declarar que en el “Nombre de Jesús los soltaban a ellos”. De manera sobrenatural, al llegar a la esquina de la cuadra, los bajaron a ellos del carro, llevándose el celular de mi hija. Luego llamé por teléfono a mi esposo, quien llegó enseguida. La cuenta del teléfono de mi hija llegó pronto a su casa, donde estaban registrados los números telefónicos a los cuales los asaltantes habían estado llamando. Habría sido muy fácil encontrarlos, sin embargo, no lo hicimos.
Hay sensaciones y situaciones que uno jamás desearía pasar, el impacto es muy fuerte, se quita el sueño, las imágenes registradas en el subconsciente vuelven a uno, el temor invade. Pero quiero decirte algo con convicción, si el Dios de los cielos te salvó de algo peor, Él también limpiará tus memorias y todo te será restituido, como ocurrió conmigo. Declaro que dormirás tranquilo(a) y no tendrás temor de nuevos asaltos. Los ángeles del Señor siempre estarán contigo para defenderte, si le amas a Él de verdad.
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