Cuando yo era una jovencita adolescente, me comunicaba con mi vecina a través de una cajita de fósforos conectada con otra, mediante un hilo. La voz viajaba por el hilo, hasta llegar al oído de mi amiga y viceversa.
Luego aparecieron los teléfonos fijos, con cable o alambre. Eran muy grandes y no muy bonitos. Había que discar el número en una rueda, con agujeros sobre cada número del dial. Cuando había lluvia con tormenta eléctrica, en más de una ocasión, mientras yo respondía el teléfono, recibí una descarga eléctrica, a través del mismo, que me lanzó lejos.
Recién casada con Rigo, él salía a realizar inspecciones en el campo, mientras yo permanecía en la ciudad. Varias veces necesitaba comunicarme con él, o él conmigo, pero nuestra única opción era a través de un radio teléfono, el cual era escuchado por todos los que tenían su radio en la misma frecuencia.
En una ocasión dejé accidentalmente las llaves del carro, pegadas a la ignición, adentro del mismo, con las puertas cerradas con llave, al haber apretado el botón por dentro, y luego cerrado. Mi única salida era pedirle a mi esposo que por favor me llevara el duplicado de la llave. ¿Se imaginan la vergüenza que pasé al tener que aceptar delante de otros, que hice semejante tontería? No quiero imaginarme la pena que pasó mi esposo con sus compañeros de trabajo que escucharon todo.
Si yo iba a la ciudad de San Pedro Sula, y quedábamos de vernos a determinada hora, en un café cercano al lugar donde estaba su oficina, orábamos que no ocurriera un imprevisto, porque no teníamos forma de avisarnos el uno al otro, si algo pasaba.
Posteriormente, surgieron los teléfonos celulares que más parecían un arma defensiva, por su peso y forma. Los varones lo usaban prendido a su cinturón, pero era muy extraño que una mujer cargara semejante “ladrillo”, a no ser para defenderse de los ladrones en la calle.
Pero de poco en poco, llegó el día y la hora en que ambos tuvimos un aparato telefónico inalámbrico, portátil, con el cual nos comunicamos para cualquier necesidad o información. El asunto es que ahora estamos tan comunicados con las personas en general, que a veces nos consume mucho tiempo atender a todos los que llaman o envían mensajes.
Es interesante a veces observar a un grupo de jóvenes en una mesa de restaurante, que se dieron cita para compartir, pero todos están comunicándose por el celular, lo más tremendo es que muchas veces, chatean entre sí.
No sé si el avance en la comunicación, realmente lo es, o si hemos disminuido nuestra verdadera comunicación personal. Vale la pena meditar en ello.

Jajajajajja me reí con los ladrillos jajajaja