El pasado jueves 25 de noviembre, se celebró en la gran mayoría de los hogares americanos, la cena de Acción de Gracias o “Thanksgiving”, la cual regularmente consiste de pavo asado con aderezo de arándonos rojos, puré de papas, torta de calabaza, y lo relacionado con la estación de otoño. Pero sobre todo se reconoce como una celebración donde se reúnen las familias dar gracias a Dios por las bendiciones recibidas. En esta celebración, los hijos que están lejos, viajan para estar con sus padres, es un alto a todo, para compartir. Los supermercados ofertan pavos al por mayor, y se cree que en este año 2021, se sacrificarían unos 46 millones de pavos.
Es creencia popular que esta tradición se remonta al año 1621, cuando los primeros colonos ingleses en América del Norte se reunieron para celebrar su primera cosecha y dar gracias a Dios. En esa celebración en Plymouth aparecieron unos indios Wampanoag que comieron y bebieron junto a los colonos, rompiendo así aparentemente, toda barrera y diferencia. Pero como todas las tradiciones, muy pocas de estas cosas son verdad, y la fiesta tal como ahora se conoce data más bien del siglo XIX.
El día de Acción de Gracias se celebraba en fechas distintas del otoño según los estados, y su proclamación como fiesta nacional estadounidense a celebrarse el último jueves de cada noviembre se debe a Abraham Lincoln en 1863.
El día de Acción de Gracias tiene un carácter transversal a todas las religiones que se practican en el país. La celebran cristianos de todas las tendencias, así como judíos, musulmanes y aun laicos o ateos. No hay en ese día ninguna ceremonia religiosa asociada a la fiesta.
Es muy bueno considerar darle gracias a Dios, pero sería preferible hacerlo cada día de nuestra vida, entendiendo que cada día recibimos maravillosas dádivas de nuestro Buen Padre. Sería excelente que pudiéramos reunirnos con mayor frecuencia como familia que se ama, y que comiéramos juntos con mayor regularidad, no teniendo que ser pavo, pues bien podría ser tortillas con frijoles y cuajada.
Sería buenísimo que nuestro corazón estuviera atento a vivir en acción de gracias constante, porque toda buena dádiva y todo don perfecto provienen de Dios, el Padre de las luces. Cada vez que expresamos contentamiento y gratitud, la mano de Dios se extiende para seguir bendiciéndonos, sin medida.
No importa qué fecha es hoy, ni mañana, dispongamos nuestro corazón para reunir a la familia, preparemos una comida, aunque sea sencilla, pero llena de amor, y celebremos que tenemos vida y somos bendecidos por Dios.
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